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Mostrando entradas de octubre, 2009

El brujo, el monje y el caballero

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¿Quieres otra taza de té Gabriela? – dijo acercándole de nuevo la tetera humeante, a su taza de delicado mármol blanco, con pequeñas lilas dibujadas alrededor del asa – Sí, por favor – afirmo esta amablemente – Y también cogeré unas cuantas pastas más. No puedo evitarlo, están deliciosas Marie – dijo mientras cogía, con timidez, varias pastas, con sus dedos rechonchos – Bueno, dime… ¿que es eso que no podías esperar a contarme hasta el sábado? Estoy impaciente por saber cual es esa noticia que no te deja dormir. Marie, ¿a que esperas? – dijo con una amplia sonrisa – Tranquila Gabriela, todo a su debido tiempo. Ahora disfrutemos del té, y cuando acabemos damos un paseo y te lo cuento todo – dijo mientras sorbía el té – Antes con tantas prisas y ahora no. Tu lo que quieres es que me ahogue tragando rápidamente las pastas, ¿eh? – dijo mientras se abanicaba sofocadamente, agitando rápidamente los brazos. Sus mejillas se colorearon. Su rostro parecía un hermoso campo de amapolas, envuelto e

La tristeza griega

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El teatro estaba a rebosar. Los espectadores iban entrando a la gran sala, ocupando sus cómodos asientos, de espuma rojos, y poniéndose las máscaras, que eran obligatorias para el espectáculo. Máscaras y antifaces más simples, de materiales plásticos, lisas, de un solo color, y más complejas, lujosas y de todos los estilos. Con brillos, purpurinas, plumas, adhesivos, piedras preciosas, de cuero, arcilla, con gravados, telas, colores llamativos, etc. Gustave saco de su mochila el folleto explicativo de la obra, y mientras tomaba asiento, se puso sus gafas metálicas, azules cobalto, sobre su antifaz blanco, en el que había dibujadas diminutas lágrimas ensangrentadas, y en la frente una cruz negra, que parecía haber sido echa con carbón. En la portada del folleto, estaba la imagen de una máscara de cristal en pedazos, sobre la que ponía el título de la obra. Curioso, de nuevo, hojeo el contenido del folleto, más afondo. Leyó “La Tristeza Griega, una obra del jovencísimo Altaír Zorbas.

Palabras en el cristal

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Música. Presentaciones. Alcohol. Cigarrillos. Sonrisas. Diversión. Bailes. Juegos. Palabras. Risas. Más copas. Besos. Carcajadas. Sexo. Explosión de sentidos. A la mañana siguiente Wyatt se despertó al lado de un impresionante ángel desnudo, de cabellos ondulados y rubios. No pudo controlar el impulso de oler su pelo, que desprendía un aroma dulce y embriagador, como el vino. Bethany respiraba sosegadamente. Su rostro estaba lleno de diminutas gotas de sudor, que le recordaba al rocío, que cubre todo, en las noches húmedas. Wyatt acario, con la yema de sus dedos, su abdomen, liso y terso, y ella se estremeció, poniéndose toda su piel de gallina, y soltando un pequeño gemido. Este, con una amplía sonrisa, se fue al baño, a darse una ducha refrescante. Bethany llevaba despierta un rato. Estaba esperando a que Wyatt se fuera de la habitación en algún momento, para irse, sin darle ninguna explicación. Tan solo había sido un polvo de una noche, no buscaba un compromiso de ningún tipo