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Mostrando entradas de julio, 2010

La cruz en medío del desierto

El verano en Arizona es insoportable. Un calor extremo azota las calles y el aire, seco y caliente, ahoga a sus gentes. Es domingo, y como tal, Steve prepara todo lo necesario para la misa. Primero, se asegura de que hay suficiente vino y hostías para dar la comunión y enciende todas las velas del pulpito. La luz entra filtrada, llena de colores, por las cristaleras de la iglesia. La sala se mantiene fresca, gracias a los altos pilares de mármol rosado. Se viste, con la ayuda de varios monaguillos, y reza un par de oraciones antes de salir. Los primeros feligreses entran en la pequeña y, única, iglesia del pueblo. Se santiguan, en fila, bajo la mirada del Cristo en la cruz. Un hombre, con camisa a cuadros, roja y amarilla, y tejanos azules ajustados, entra, silenciosamente, en la iglesia. Sostiene una bolsa de deporte negra, con fuerza, con sus grandes manos. Lleva gafas de sol, con montura metálica verde arenoso. Los cristales son opacos, y nadie puede ver sus ojos. Nadie lo conoc

Sombras rotas

Adam mira desconcertado, el mar tranquilo y de un negro diáfano. El puerto está sumido en un silencio sepulcral. Los ruidos y alborotos, típicos de la zona pesquera, han desaparecido con la expropiación de todo el puerto. Ahora, solo queda el mar donde su madre se ahogo, cuando el tenía nueve años. Es una noche bastante fría. Ráfagas de aire helado le calan los huesos. ¡Ni su enorme chaquetón de plumas de pato le protege del dulce frío inglés!. Cathy se acerca a él, sin hacer el menor ruido, por la espalda. Adam siente un cálido y tierno beso en su cuello gélido. Cierra los ojos, disfrutando el roce de los finos labios de Cathy. Adam se gira y la mira con ternura, como cuando salían hace dos años. Una mirada por la que Cathy lucharía incluso para poner el mundo del revés. Esos ojos verdosos siempre la han tenido hechizada y Adam lo sabe muy bien. Este la besa rápidamente, sujetando con sus fuertes manos la cabeza de Cathy. Ella para de besarle y lo aparta, poniéndole la mano sobr

Por la razón o la fuerza

- La roja para la tensión, la azul para la tiroides, la verde para la presión del corazón, la rosa para las migrañas, la morada para la depresión, la amarilla para la ansiedad, la blanca para la circulación, la beige para la rinitís alérgica, la negra para la falta de hierro, la gris para la anemia, la naranja para la diabetes, la marrón para la fibromialgia, la dorada para bajar de peso, la añil para la sensación de cansancio y, por último, el protector de estomago – dice Greta en voz alta, ordenando sus pastillas sobre el banco de mármol granate, de su amplía cocina rodeada de flores y plantas medicinales. Greta toma quince pastillas diarias a las 8:00 de la mañana, junto a su desayuno de tostadas de pan integral con aceite y tomate natural rallado, café solo con sacarina y magdalenas rellenas de mermelada de fresa o de higo, dependiendo de su estado de ánimo. Después usa el colirio para los ojos, spray nasal para la sinusitis y los días que hay mucha humedad, y le cuesta respirar,