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Mostrando entradas de diciembre, 2010

Nuestro camino sin retorno

Fernando se resguarda en un cajero, situado cerca del club de tenis de Valencia. La noche es fría, tan fría que no siente su cuerpo. Dentro del cajero hay una anciana con dos perros. Los perros comienzan a gruñir, nada más pone él, un pie en el cajero. Fernando se echa hacía atrás, golpeándose con la puerta, que queda tras él cerrada, atemorizado. Los perros, agrestes, se encaran contra él, y este tiembla asustado. Parece un flan apunto de desintegrarse. Desde que tiene memoria le dan pánico los perros. Da igual que raza, tamaño o sexo del perro, todos le espantan, tanto, que con cinco años de edad comenzó a ir al psicólogo para tener una terapia “curativa” de este fenómeno (y otros muchos más). - Tranquilo joven, estos dos no hacen nada. Solo defienden su territorio. ¡Calmaos! – grita la anciana a pleno pulmón - Pimienta siéntate y tú, Canela, ven aquí – los dos perros obedecen al instante a la potente voz de su dueña, y se tumban a su lado, calentándola. La anciana sonríe, al ver d

Rubí

Helena sentía como sus ojos se le clavaban en la nuca, desgarrando sus entrañas. Una mirada fría y taciturna. Incluso podía sentir su respiración, cada vez más cercana. Tenía unos ojos verdes, como enormes jades, totalmente cristalinos, y eso, a Helena, le había enamorado de ella. Helena se giró lentamente, con pavor de cruzar las miradas ni en un único instante. Allí estaba, sin mover un solo centímetro de su pequeño cuerpo, con la mirada hundida sobre su rostro, penetrando dulcemente su alma. Un notable escalofrío recorrió el cuerpo de Helena, y veloz, salió del cuarto donde estaba ella. Helena corrió por el pasillo y se encerró en el baño, ese recorrido se le hizo eterno, y sintió las ligeras pisadas, de su acosadora, sobre su sombra. Nunca se hubiera imaginado, que esa delicada gatita, que le había regalado Alberto, le pudiera asustar tantísimo. Y no es que tuviera miedo de los felinos, no, era ese tremendo parecido a su difunta madre lo que le aterraba de verdad, no solo por la