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El declive del fuego

Ya solo quedan unas pocas brasas vivas en el suelo y siento como se rasga mi pecho con los últimos potentes latidos de mi duro corazón, en el fondo son como pequeños ronroneos de un gato moribundo, que maúlla con locura protegiendo su lugar y yo no puedo morir ahora, aún tengo que completar mi obra, aunque siento que estoy a punto de espirar mi último aliento. La casa se ha reducido a cenizas, los cuerpos de mis dos hijas y mí mujer han quedado completamente calcinados. Y aquí estoy en el suelo, acariciando el cuerpo de Valentina, churruscada como un trozo vulgar de carne. Todo ha sucedido muy rápido, la gasolina estaba en mi manos, primero rocié a las niñas mientras dormían y luego, como un demente perturbado, les prendí fuego, con una sonrisa endemoniada pintada en mi rostro. He observado maravillado ese continuo Valls que las llamas me ofrecían en esta noche de luna llena. Bailaban sobre las cortinas, se deslizaban sobre sus juguetes, lamían el suelo con lujuria y luego, h

Inquilinos en esta celda

Exterior: - Ya no queda nada para el gran día. ¿Cómo lo estas llevando guapa? - dice Victoria dándole un largo trago a su cerveza.  - Pues con ganas de que acabe este martirio, pero por otro lado, me da pena, no se... he llevado a estos dos gamberros aquí dentro - dice Marga acariciando su vientre con expresión risueña - tanto tiempo, que ya me he acostumbrado a que sea así. No se... es como si abandonaran su hogar... su primer hogar - unas lágrimas finas le caen de los ojos - Pufff, llevo las hormonas alteradísimas. En estas dos últimas semanas he tenido unos cambios de humor impresionantes - dice mientras saca un pañuelo de tela azul del bolso y se seca las mejillas. - Que cosas dices tía - dice Victoria riéndose. Marga llora un poquito más - Voy a pedirme otra cerveza, ¿tú quieres algo más?. Anda, que invito yo. Aprovéchate, es una oportunidad única en la vida - le dice con una sonrisa inocente. - No Victoria, tengo el estomago extraño. Ya te digo que no se que t

California Dreaming: Desfase Horario.

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- Antuan, siento haber vuelto a llegar tarde. ¡Venga, por favor, no te cabrees tanto conmigo! – le suplico con ojos de niña dulce. - ¿Tarde?. Pero si no has venido en dos días a trabajar. ¿Sabes lo preocupados que estábamos por ti?. ¡Al menos podrías habernos cogido el teléfono una sola vez, ¿no?, ¿es mucho pedir señorita?. ¡Esto ya es el colmo Adara! – grita colérico. Me siento como una adolescente a la que su padre riñe por haberla pillado fumando en el baño. - Anda… que estaba haciendo buenas acciones. No te enfades bobalicón. No se, no tuve consciencia del tiempo, no sabía ni que día era. Yo solo cumplía con mi deber. - Bien. Ni me importa ni me interesa. Ese no es mi problema. Escúchame, deja de emborracharte como una cría y cumple con tus obligaciones. Es la última vez que te paso una, ¿entiendes?. - Claro como el azul de tus ojos guapetón – le digo sonriéndole. Cada mes me pasa una, ¿me pregunto si al final esto tendrá su límite?. Parece muy serio, pero no creo q

Encuentros inesperados

- Cuéntemelo todo. Desde el principio por favor - le dijo el teniente encendiendo la grabadora y la dejó en una esquina del escritorio, repleto de carpetas (toda llenas de casos a medio concluir o incluso a empezar). Se recostó en su silla, de un tamaño enorme, y se quedó callado, a la espera de que la joven comenzará su testimonio. Colocó sus manos peludas sobre su panza redonda y dejó caer el peso de su espalda sobre el respaldo. Parecía tremendamente agotado y reflejaba tener graves problemas a la hora de respirar. Julia no podía parar de mirarlo con desconcierto y en su cabeza, una batalla de palabras luchaba por salir ordenadas y contar los hechos con mayor detalle. El teniente cogió un caramelo de tofee, de una bombonera de cristal que tenía sobre la mesa, y comenzó a rechupetearlo poco a poco, después empezó a morderlo, y una masa pegajosa se formó en su dentadura postiza. Solo se escuchaba el sonido de su respiración agitada y el viscoso movimiento del dulce en su boca.

Koala

- Desde que ha regresado de Sidney Marcus sufre sonambulismo todas las noches - le digo a Ivonne quitándome las bragas. Me siento en esa silla que me hace sentir terriblemente patosa y me preparo para la ecografía - Llevo tres días sin dormir y no paro de sufrir calambres en las piernas - me quejo molesta. - Baja un poco más el culete Álida. Un poco más... más... ¡Listo! - me dice Ivonne colocando su cabeza entre mis piernas - A parte de los calambres ¿has tenido alguna molestia más en estos días? - me pregunta mientras se coloca los guantes de látex. - Un poco. Me han molestado los ovarios y he tenido más nauseas que de costumbre. He vomitado toda la semana al despertarme. Ahora no puedo soportar para nada el olor de la leche. - No te preocupes, es algo normal. Ya estas en la semana número treinta y seis del embarazo, nos quedan a penas cuatro semanas para ver a esta ricura nacer - me dice sonriente. A Ivonne le encantan los bebés, pero la pobre no consigue quedarse emb

California Dreaming: Orangután penoso y sin escrúpulos.

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  - ¿Piensas espiarme toda la mañana bajo las sábanas reina? - me dice la muy capulla frotándose las tetas con crema delante mía, sentada en una silla de tela negra. La muy cerda me esta dando el espectáculo del siglo y yo aquí más caliente que ninguna. - Si chiquilla. Es que no hay nada mejor que hacer por las mañanas. Pero en seguida termino de acecharte como un ruin voyeur - le digo con una sonrisa lasciva que ella no puede ver. Termina de ponerse crema por todo ese pequeño cuerpo y se calza una bata azul marino de seda. Se cepilla el pelo y se lo recoge en un moño enmarañado, aún con el pelo mojado. Sale del cuarto y cierra la puerta tras ella. Me levanto de la cama de un salto y mi cabeza me hace trizas, pero aún más el ardor que consume mi estómago. Necesito cafeína, mucha cafeína. Pero el café me sienta como una patada en el culo, me pongo imperativa y actúo de forma agresiva. Rebusco en mi bolso como una loca perdida y cojo un piti que me meto en la boca rápidamente. L

El peso de la historia (sobre las espaldas más débiles)

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- Woof, woof, woof… ¿Pero que te ocurre?. ¿A caso me escuchas cuando te hablo?.   Woof, woof, woof. Estoy harta de ser invisible cuando tú lo deseas y luego ser utilizada cuando se te antoja. ¿Es que solo sirvo para traerte las zapatillas cuando vuelves del trabajo cansado?, ¿o para darte cariño cuando te sientes triste y confuso?. Ya me he dado cuenta de que solo soy un trofeo para ti, que te gusta pasear de vez en cuando por la calle y presumir delante de tus amigos. Pero luego las tornas cambian al llegar a casa, y solo soy sometida a burla y desprecio. ¿Pero qué te crees que soy?. - Deja de ladrarme, ¿quieres?. ¡Me estas volviendo loco con tus sandeces!.                                                                        Fuente: Catherine Collart. --------------------------------------------------------------------------------------------------                                                                    Fuente: Carina Gisermann. Señoras, cu

El día que nunca llego

- ¿Quien es esa mujer? - le digo a Rocío señalando a una mujer vestida de verde pistacho que se toma una ginebra a las diez de la mañana, y mira con cierta desesperación hacía la entrada de la cafetería. Me quedo con los ojos clavados en su pequeña espalda y siento, que mi mirada es tan fuerte, que le puedo hacer daño de lo débil que me parece la mujer. - Es Teresa. Es una cliente muy fiel del establecimiento - me dice abriendo el lavavajillas. Me pasa la pila de platos blancos limpios y yo comienzo a secarlos, uno a uno, y a organizarlos en los armarios que tenemos detrás de la barra plateada. - ¿Por que tiene esa mirada?, ¿le ocurre algo a la señora? - la miro con preocupación. Me parece que esta llorando. - Es una larga historia. Hace seis años Teresa conoció a un hombre en esa misma mesa. Un hombre que la dejo completamente prendada. Sonia, la pitonisa que tiene su puesto en el parque Alegre, le predijo que iba a conocer al hombre de sus sueños en la cafetería "