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Mostrando entradas de febrero, 2011

Zafiro nocturno

- Cuenta la leyenda que, en una isla sin nombre, un pirata enterró un gran tesoro, por su propio bien y el de la humanidad. No era un tesoro cualquiera repleto de joyas, objetos preciosos y doblones de valiosísimo oro, sino, un zafiro, un zafiro mágico. Dicho corindón poseía la cualidad de dotar, a cualquiera que lo tuviera, con todo lo que más deseara. El pirata se dio cuenta del poder que tendría semejante objeto en manos equivocadas o incluso, en las manos más puras, que se tornarían descarriadas, llenándose de indigna avaricia. Cuando encontraron al pirata, sus propios compañeros, viles rufianes sin alma, lo torturaron hasta el fin de sus días. El jamás se rindió y de su boca mutilada (pues le arrancaron la lengua de cuajo) no salió palabra alguna, costándole su valentía, la vida. Sus compañeros y él capitán del barco, conocido y temido en los sietes mares, llamado capitán MV (Muerte en Vida), buscaron el zafiro mágico día y noche, pero no dieron con el nunca. Él capitán, famoso po

Mis polvos mágicos

Anaís tiene siete años y hoy es su cumpleaños. Es una diminuta niña alegre, de mejillas cálidas y colores vivos, llena de energía y con un corazón de oro. Vive con su padre Antonio, y su abuela materna Rocío. Su madre murió hace tres inviernos, en el día de su representación escolar, ese año tenía un papel muy importante en la obra de navidad, hacía de Rudolf, el reno de la naricita roja. Cuando apareció en escena y vio que su madre no estaba entre el público, rápidamente comprendió que ella había muerto. Saltó del escenario y abrazó a su abuela, rompiendo a llorar ambas. Los familiares y amigos que veían la representación, clamaron en una sonora ovación, por la innovadora actuación del peculiar reno de nariz colorada. Su madre fue una mujer fabulosa, y lo fue, hasta el día de su muerte. Antonio no ha conseguido superar la muerte de Lidia. Lo único que le hace querer seguir viviendo, es la inocente sonrisa de su chiquilla. Cuando ella le lanza una risita el cree flotar de gozo. Es la v

Virgenes Suicidas

Teresa abre la puerta de su casa henchida de rabia y envuelta en finas lágrimas que cubren toda su cara, hasta casi ahogarla en sus sollozos interminables de dolor. - Lo único que me ha dejado Clarisse es esta espantosa película de Sofía Coppola – dice mientras camina malhumorada hasta el salón, dejando la puerta abierta tras ella, y señalando el CD, sin carátula, del filme las Vírgenes Suicidas - ¡Aun sigo pensando como la hija, de ese magnifico director, gasto rollos de celuloide para rodar semejante basura! – dice furiosa – y aun me sigue rondando la misma pregunta por la cabeza, después de todos estos años, en los que jamás entendí, ni entiendo ahora, como le podía gustar tanto a Clarisse semejante bazofia. ¡Dios mío!, como la hecho de menos – Teresa rompe a llorar, dejándose caer sobre el sofá y Hellen, que seguía en la puerta, asombrada por semejante recibimiento, corre a abrazarla. - Tranquila Teresa – dice acariciando su espalda con esa voz tan característica que tiene

Casa de muñecas

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Esta es la historia de Katherine y su familia. Una familia prodigiosa, excéntrica y sin igual. Joseph es padre de familia desde hace treinticinco años, sus primeros dos años fueron de otro matrimonio que tuvo a escondidas de su actual mujer, Merian. Joseph es un prestigioso catedrático de música clásica. Carismático, seductor, soberbio (se pasa el día idolatrándose) y opulento. Le gusta beber whisky escocés en la oscuridad de su despacho mientras escucha Schubert y fuma deliciosos habanos importados. Merian es psicóloga. Es una persona con trastornos compulsivos y de absurdas manías, pero, a sus ojos, son solo perturbaciones cerebrales irreparables. Se pasa el día en su despacho, leyendo manuales psicológicos o atendiendo a sus pacientes. Tiene las mejillas caídas, como un perro de cara triste y cuando camina, se balancean al ritmo de sus rápidos e inquietantes pasos. Sus hijos piensan que esta loca. Kevin, es el primer hijo, de este absurdo matrimonio de intereses y, cinco minut