Pegando tiros al mar


De nuevo me encuentro en la playa desierta y fría. Esta a punto de amanecer. El sol brilla con fuerza y sus rayos son más cálidos que nunca, clavándose en mis huesos delicados. El mar presenta una calma confusa que me agrada. Me siento sumido en un trance del que no quiero librarme, escuchando al mar golpear la arena, los cantos de las gaviotas que vuelan hermosas y la brisa que me rodea airosa. Percibo la fría arena entre los dedos de mis pies, sacudiéndome un escalofrío muerto que me perturba por un instante. Saco un pequeño revólver del bolsillo de mi pantalón blanco. Me quedo perplejo. Es la primera vez que veo un arma y la primera que sostengo una entre mis manos escuálidas, y lo extraño es que la siento propia y tan cercana, que incluso comprendo su magnificencia y poder. Y aunque no se de donde sale ese utensilio metálico, cargado de balas ponzoñosas que rajan iracundas el bondadoso viento, se lo que debo de hacer nada más abrazarla entre mis finos y huesudos dedos. Apunto furioso al mar, decidido ante mi acto. Disparo entre lloros a esas aguas cristalinas, que ahora se me antojan tenebrosas, y me enamoro de sus olas rotas, que se parten en miles de gotas saladas con cada una de mis balas sangrantes. Mi rostro se moja en millones de lágrimas de angustia y desesperación y mi cuerpo queda empapado, en una fina capa de sal perversa. No ocurre nada, solo se oye silencio, un terrible silencio. Disparo de nuevo indignado y el mar comienza a sangrar. Brota a raudales una fuente roja que tiñe la orilla con un hilillo bermellón. Me sorprendo de lo ocurrido y me quedo quieto, fascinado, mirando mis pies empapados de sangre carmesí. En ese mismo momento, en el que yo me siento en una  paz ilusoria, sale a flote el cuerpo de una joven desnuda, yaciendo sobre el mar, muerta. ¡Oh Emilia! grito entre sollozos al reconocer el cuerpo sin vida. Me lanzo a la orilla violenta y le abrazo con todas mis fuerzas. Ahora, el nivel del mar sube, llegándome por debajo de la cintura, acariciando mis piernas en un agua en llamas. Esas aguas me asustan pero a la vez me atraen. Mezo a Emilia al compás de las olas, mientras le aparto el cabello de sus ojos de sirena. Le canto una nana, entre lloros irrefrenables y, entonces, sus ojos enfermos de rabia se abren de par en par, mirándome confusos primero y, después, esas esmeraldas me auguran un fatídico destino bajo una tumba de agua. Emilia comienza ha ahogarme y yo no consigo defenderme. Posee una fuerza sobrenatural, como una náyade crispada, que me zambulle una y otra vez, en esas aguas endemoniadas. Raja mi ropa, me quedo desnudo. No puedo respirar. Cada vez me cuesta más. Siento que me ahogo. Siento que me muero.

Me despierto empapado de sudor sobre mi cama. Un suspiro de alivio se escapa entre mis dientes. Ha sido el peor sueño de todos en este mes, el más real. Llaman al timbre. Ya son las nueve y media de la mañana. Me levanto rápido, cojo la bata que tengo sobre el escritorio y me dirijo a la puerta. Miro desconfiado por la mirilla y veo a Suzanne, mi adorable Suzanne. Intento cambiar la expresión de pánico del rostro antes de abrir, pero me es imposible. Abro la puerta desecho.

- Buenos días - me dice Suzanne con su característica voz ronca pitillera.

- Hola Suzanne – le saludo mientras me seco el sudor espeso de la frente con la palma de la mano – Hoy voy a llegar tarde al trabajo. No logré escuchar el despertador.

- Tiene mala cara señor. ¿Se encuentra usted bien? - me pregunta preocupada. Esta mujer es un sol. No se que haría sin su ayuda y su eterna paciencia.

- Claro que si. Lo que ocurre es que me acosté bastante tarde terminando unos papeleos para el trabajo y después no conseguí dormir de un tirón.

- Bien – me dice convencida - Si necesita algo de mí no dude en pedírmelo - me dice servicialmente.

- No, no necesito nada, pero muchas gracias Suzanne. Ahora me voy a la ducha y pitando hacia el trabajo que, si sigo así, no llegaré nunca - le digo dirigiéndome al baño.

Suzanne comienza a limpiar la cocina a fondo. Para vivir solo tengo la casa bastante caótica. Papeles por el suelo del despacho, rotuladores por todas partes (más de la mitad no funcionan), en la cocina hay basura acumulada, envoltorios de comidas ya preparadas y la vajilla sin lavar, el dormitorio esta echo una verdadera leonera, con toda la ropa tirada por el suelo, etc. Pero una vez pasa Suzanne por cada rincón de la casa, todo cambia, como si siempre hubiera sido así de habitable.

Una vez estoy en el baño me miro en el espejo. Tengo el rostro demacrado. Mis ojos están rojos y envueltos en unas enormes bolsas moradas, mi pelo, escaso y lacio, cae sobre mi frente, en un ridículo flequillo. Tengo una barba negra, espesa, desde hace un par de meses. Me meto en la ducha y mojo mi cuerpo en agua muy caliente, me encanta sentir que me hiervo. Después me recorto la barba con unas tijeras largas y embadurno mi cara con espuma. Deslizo la cuchilla, suave. Cojo la maquinilla y me rapo la cabeza al uno. Tengo el rostro hundido, cubierto por una piel áspera, unas mejillas pronunciadas y unas facciones bastante cuadradas. En el espejo solo veo el reflejo de un asesino.

Me pongo unos vaqueros sucios y una camiseta azul. Los zapatos negros, a los que Suzanne les ha sacado brillo y la cazadora de cuero. Ya en la calle me enciendo un cigarro y camino cabizbajo bajo una absurda llovizna, mientras todos cubren sus cabezas vacías con lindos paraguas. Todo apesta a mí alrededor. Paso de largo de la oficina, cruzándome con mi jefe obeso. Le golpeo al pasar y este se queda igual de anodino que siempre, sin reconocerme. Que paciencia tuvo que tener su madre para parir a semejante orangután obsceno y pueril. Sigo caminando sin rumbo alguno, con los nervios a flor de piel. Cojo un taxi y le indico al conductor que me lleve a la playa. Y lo único que se le ocurre decirme al muy patán es “¿pero si esta lloviendo?”. Me dan ganas de golpearle la cara con mi puño y decirle que se meta en sus asuntos. Me quedo absorto, mirando por la ventana, mientras noto la pesada y miedosa mirada del conductor. Y entonces me dice “¿Cuándo dejaras de culparte por la muerte de tú hermana?”. Y yo me quedo mudo, con los ojos muy abiertos, tanto, que me duelen. ¿Pero como lo sabe?, ¿quién ser cree él para preguntarme eso?. Y yo le digo molesto “¿Pero que coño dices, capullo de mierda?” y el me contesta con miedo “Son 6,80 amigo. Ya hemos llegado”. Estoy flipando. Le pago de mala manera y salgo del pordiosero taxi.  ¡Que cojones ha pasado por mi cabeza!.

Veo la inmensidad antes mis ojos. La playa, la dulce arena, el mar bravo con olas oscuras, las gaviotas bailando con las nubes, la lluvia golpeando fuerte, deformando a la arena débil ante mis pasos de gigante desgastado. ¿Qué es lo que he venido a buscar aquí?, ¿qué es lo que pretendo solucionar u olvidar?. Me descalzo, dejando mis zapatos atrás. Voy desnudándome con cada una de mis ligeras pisadas, abandonando mi ropa a casa paso. Desnudo, frente a la orilla, me enciendo un cigarrillo y siento muy huesudo trasero en la helada arena. No hay nadie en la playa, ni un alma en un invierno cruel. El humo del cigarro se une a la brisa del mar, formando una capa invisible de nicotina a mí alrededor. Mis ojos lloran, mi cuerpo se moja de lluvia y de agua salada. Me tumbo en postura fetal, dándole las últimas caladitas a ese puto cigarro. Golpeo la arena furioso, hasta hacer sangrar mis puños. Escucho un leve siseo en el mar y creo ver a una hermosa sirena sumergirse de nuevo en el agua, escondida tras unas olas enormes. “Seguro que era Emilia la que estaba ahora en el agua” me dice una voz conocida al oído. Me giro y veo al misero taxista a mi lado. Me subo sobre él furioso, sosteniéndole del cuello y le grito sin piedad. No dejo de bramar hasta que unas gotas de agua golpean, vigorosas, mi rostro y me vuelven a la normalidad.

- Amigo, ¿esta bien? – me dice el taxista de pie, a mi lado. Toqueteándome la espalda desnuda con un palo. El muy cobarde me tiene miedo.

- ¿Qué coño hace aquí? – le digo inconsciente.

- Pensé que le había pasado algo, amigo. Vi su ropa tirada en la arena y a usted echo trizas sobre la arena. ¿Todo va bien? – me dice realmente intranquilo.

- Si, mejor que nunca – le digo incorporándome – Ya se puede marchar, amigo.

- Bien, le dejo su ropa aquí – me dice mientras deja mis cosas echas un ovillo.

Lo veo marcharse, confuso, girando la cabeza cada dos por tres, nervioso. Supongo que pensará que soy algún tipo de suicida. Cuando se marcha intento pensar en que es lo que me esta pasando por la cabeza, pero vuelvo a escuchar ese siseo, y ahora, de forma intensa y juraría que la he visto. Si, estoy seguro, era Emilia, dentro del agua, nadando como un pequeño pez. Viva, si, ¡y estaba viva!. Corro dentro del agua para salvarla, para abrazarla, para tocarla, para pedirle perdón por lo que hice. Pero una ola furiosa se interpone en mi camino y me golpea, arrastrándome sin compasión contra unas afiladas rocas y me mata. Y es Emilia la que dirige esa ola, con hilos invisibles, llenos de venganza, con una sonrisa pérfida y nacarada. Emilia, lo siento, yo siempre te ame.

Comentarios

  1. Hola!

    Qué relato más interesante, desde el momento en que llegué a la parte en la que revelas que el principio es un sueño quise terminarla para saber como iba a acabar. Aunque me ha quedado la duda de saber qué hizo el protragonista con su hermana, ¿la ahogó, la mató de un disparo mientras se bañaba en el mar tal y como sueña al principio o es que no era su hermana sino su pareja, de ahí el final donde admite que la amó?

    Bueno voy a pasarme a ver el otro que tengo tiempo!

    ResponderEliminar
  2. Oye pero el taxista no le dice un par de frases no?? Él las percibe como si se las dijera el taxista pero las piensa él!
    Jeje que frio he pasado leyéndolo!!!
    Pero es verdad... algo muy malo debío de pasar con su hermana!
    A ver el próximo... a lo mejor te inspiras en... FRANKFURT!!!
    TQ

    ResponderEliminar
  3. Hola!
    He visto los retoques que le has hecho a tu blog, menuda foto la que te has puesto en la cabecera, me encanta! jaja

    La canción es muy buena, ¿lo de jaca, jaca y más jaca es el título orginal?

    Acabo de subir algo en mi blog, ya me dirás qué te parece, un beso!

    ResponderEliminar
  4. Holaaa

    Ahora te comento mejor que acabo de llegar, primero te llamo :D
    dentro de 3...2...1...ring!

    Te quieroooooooooooo

    ResponderEliminar
  5. Bueno, bueno, que cambio :D, la foto no deja mucho a la imaginación ^^
    La historia esta me recuerda a algunas cosas (yo tengo muchos bolis vacíos)
    La historia me ha gustado. Aunque pienso que tienes mejores. Esta la trama está bien montada a partir del título :D. ¿que le habrá pasado al hombre ese en su vida?
    Me voy a dormir que ya es tarde.
    Te quierooooooooo

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

¿Qué hace un bolchevique cuando se zambulle en el Mar Rojo?

Ensoñación (anti)capitalista

Chicago en llamas