Entradas

Mostrando entradas de 2012

La canción del sol

Imagen
     El solsticio de invierno cubre las calles. Hoy, el viento es fuerte y no perdona a nadie. Los ciclistas sufren en sus bicicletas, pedaleando más fuerte que nunca, sudando la gota gorda. Los coches, imprudentes, vuelan por el asfalto desnudo, que pronto se teñirá de la sangre más joven. Un gato, semiaplastado, respira con dificultad. De su boca un último alarido de dolor, un maullido agudo e incesante. Sara cubre con fuerza a la niña que tiene en sus brazos. La protege del viento, de los conductores imprudentes, de las vendedoras ambulantes, de la policía que lleva horas tras ellas y realmente, de ella misma, pues le aterran cada vez más las ideas que se le cruzan por la cabeza, una y otra vez, como voces que braman y no la dejan pensar con claridad. Pero para hablar de esto debemos volver al principio, al principio de todo, para saber por que Sara  sonríe hoy, aunque vaya a perderlo todo. Lunes, 10 de diciembre. Clase de los caracoles. - Pareces triste - dice entre

La Ciudad de los Sueños Perdidos

     - Usted es nueva por aquí, ¿verdad? - pregunta un susurro tímido tras un seto frondoso. Olga no es capaz de ver quien le esta hablando. El seto se agita confuso, tal vez dubitativo, pero no aparece nadie tras el.  - Sí, ¿quien me habla?. ¡¿Sabría decirme donde estoy?! - dice realmente asustada e impaciente. Olga se ha despertado de repente sin recordar nada. No es eso tampoco, es como si al parpadear se hubiera trasladado a otro lugar, a un lugar totalmente desconocido. Todo ha sucedido demasiado rápido, en un abrir y cerrar de ojos. Un simple pestañeo y otra realidad. De detrás del seto aparece una gran sombra oscura que se posa sobre la cabeza de Olga, asciende hacía ella como una nube de polvo arrastrada por el viento. Olga ve como de la sombra emergen unos largos brazos que parecen querer agarrarla y un bufido fuerte la empuja contra un árbol. Esconde un grito perturbador en su caja torácica y se desmaya. Completamente pálida cae al suelo, yace y parece que fenece en

Berenjenas bailarinas y otros sucesos mágicos

- ¿Por qué no lleva zapatos Mr. Cagan?. - Oh, ¡por Dios!. Puedes llamarme Steve - trago saliva. Tengo la cabeza en otro mundo. Actúo lo más rápido que puedo sin parecer loco, pero siento un fuerte impulso de ponerme a bailar sobre la mesa o quizás gritar a esta mujer que solo hace su trabajo, y claro, eso quedaría aún más de perturbado demente que de exquisito y noble empresario. Necesito calmarme. Respirar. Buscar una solución razonable para este problema. ¡¿Por que hay un unicornio en la puerta?!, ¿y de que color se supone que es?, ¿verde?. Apoyo mi mano en su espalda amigablemente y hablo - Sigo una filosofía muy zen en mi vida - vomito palabrería falsa. Mentiras para mantenerme en la gloria. Quiero seguir saboreando el triunfo y la notoriedad de mi potente imagen - Me gusta sentir el suelo por el cual ando, conectar con la tierra, distinguir las texturas y las temperaturas. Vivir el aquí y ahora. En definitiva, saber palpar la realidad - sonrío - Aunque a veces, más de las

Hormiga plateada y el pájaro más negro

      Sólo puedo pensar en esos ojos negros. De su boca ni un hálito de esperanza. Revoloteaban las moscas sobre su cuerpo ya putrefacto y esos pájaros tan bellos y negros rompían las oscuras nubes con su danza mortuoria. Su cuerpo se veía menudo, en una postura de paz, pero a su vez de tortura. Blancos gusanos le salían por sus orejas puntiagudas y de su boca, una fila de hormigas plateadas bajo la luz de la incipiente y alejada luna. Yo sólo fui capaz de llorar confusa, de abrazar su delgado cuerpo y sentir sus huesos rotos en mis brazos, astillados y helados, completamente partidos, troceados y olvidados por sus músculos que yacían colgantes como pellejos sin piel. Luego limpie sus profundas heridas, removiendo un amasijo de carne sangrienta sin sentido alguno y no cese de besar sus labios fríos, con la demente y falsa ilusión de que alguno de esos besos fuera respondido o que me condujera lejos de ese lugar azotado por la mano de Dios, por su ira y rabia absoluta, sentirme apartada

La verdadera historia de como pude sobrevivir a un rayo‏

      Reunión primera de Adam: No se que hago metido en esta habitación con semejante panda de locos. Esto es absurdo. Yo no tengo ningún problema. Estoy bien. Solo tengo un poco de ansiedad, nada más. No soy como ese, ni como esa y menos como esa tipa de ahí. Pufff... es ridículo. ¿Por que le hice caso a Débora?. Ella tendría que estar aquí, no yo.  - Hola, soy Roberto y padezco dextrofobia. Me aterran los objetos situados a la parte derecha de mi cuerpo - dice un hombre de unos cincuenta años de edad. Le falta el brazo derecho. A su derecha no hay nada.  - Yo soy Nicola y tengo xanthofobia. Tengo fobia al color amarillo - dice una mujer que lleva gafas de sol muy oscuras, tan opacas que no se como puede ver en la sala. Viste completamente de negro. - Buenas tardes, yo soy Rosa y padezco anatidaefobia. Tengo pánico a que un pato me este observando en cualquier momento - dice una chica pelirroja de piel pálida y veinte pocos años - Ya no puedo ir a los parques, cada