California Dreaming: Lineal
Nuestra vida es lineal, sin a penas
cambios. Rutinaria y con horarios. A veces te das cuenta que solo haces que
comer, cagar y dormir. Cuando un suceso, sea el que sea, cambia esos hechos, te
das cuenta de que la mierda que vives no es tan grande ni tan preocupante como
imaginabas.
- Hoy no voy a poder ir a trabajar Antuan... tengo un
entierro. Si, si... al final él muy cabrón se la ha cargado. Lo consiguió -
sujeto el teléfono con fuerza e intento no llorar más. No puedo creerlo, no
quiero creerlo - El entierro es a las 18h, así que no cuentes
conmigo para limpiar retretes - intento decir cualquier sandez con tal de
quitarme a Cristine de la cabeza, pero es imposible. Esa dulce tía con cuerpo
de enana. No quiero, no quiero aceptarlo. No lo pienso aceptar.
Cuelgo el teléfono y rompo a llorar, estoy destrozada. La
cama esta a rebosar de pañuelos manchados de lágrimas negras. No puedo
levantarme, no tengo apetito, no pienso mover ni un solo dedo. Ahora solo deseo
pasar de todo y pensar... pensar en como acabar con
ese orangután penoso y sin escrúpulos. ¡Maldito Billy!. Conozco gente
que por unos cuantos pavos acabarían con ese maleante. Le cortarían la garganta
en menos que canta un gallo o le aplastarían la cabeza como a un melón, con un
bate de béisbol. Es un ser de lo más despreciable, y yo no me siento mal
por ansiar su muerte. No creo en la venganza, pero tampoco en la justicia. A
veces la única solución es hacer las cosas una misma.
Me arrastro por la cama, deslizándome por las mantas
roñosas, hasta caer en el suelo. Me parto de risa al observar
con perspectiva la situación. Yo, tirada en el suelo, con la cara
llena de rimel corrido de tanto llorar, envuelta en la sábana como un gusano.
Repto hasta el comedor y agarrándome del sofá me incorporo. Agarro la sudadera
que tengo sobre la mesa y me pongo las botas que están tiradas en la
butaca roja. Me dirijo a la entrada y me enfundo en el abrigo negro largo. Cojo
el paquete de tabaco, las llaves, las gafas de sol y unos cuantos euros y me
los meto en el bolsillo de la chaqueta. Salgo de casa. Bajo las escaleras
limpiándome el rostro con un pañuelo. Lo mojo con mi saliva y me quito los
restos de pintura reseca de la cara. Ya en la calle, el puto frío me despierta.
Voy de lo más trapera, el pijama de osos rosas que me regalo Delia por mi
cumpleaños y las capas extra para parecer una persona decente en un funeral.
Hace un día gris, triste. Unas nubes espesas rodean las casas. Me pongo
las gafas de sol y comienzo a caminar. Desde mi casa hasta al cementerio hay
una larga hora andando, no importa, aún es pronto y noto que necesito un
paseo, además, odio los autobuses, aunque los uso a diario.
Las tripas comienzan a rugirme, pero se que si me meto
algo en el cuerpo lo voy a acabar vomitando. Las situaciones estresantes me
superan, no se controlar mis nervios y de esa forma acabo poniéndome mala cada
dos por tres. Antes era peor, con todo el tema de mi madre y el cabronazo de mi
padre, pero al final supe aislar mi mente, en la medida de lo posible,
y pasar de todo un poco fue la mejor opción. Oscurece rápido, son pasadas las
cinco de la tarde y la negrura se come las calles. Llego al cementerio.
La ceremonia es al aire libre. No me acerco mucho, por
que nadie me conoce y paso. Veo a una señora bastante mayor, debe de ser
su abuela o su madre, no lo se. Tiene a su pequeño sobre las rodillas. Esta
mirado asombrado al cura. El nene va a hacer 2 años dentro de tres semanas.
Cristine y yo habíamos organizado una pequeña fiesta para el chaval. Hay poca
gente, pero el sufrimiento se respira hasta en el aire. Incluso el viento esta
más denso.
La ceremonia acaba y poco a poco la gente va
desapareciendo. Me acerco tímida hasta su tumba. La arena aún esta húmeda y
revuelta. Bajo mis pies yace el cadáver de Cristine. Me arrodillo y acarició la
oscura tierra.
- Cristine, se que hacía poco que nos conocíamos, pero
fuiste, y serás, muy importante para mí. Tu perdida descompone mi alma y
destroza mi corazón. Me hubiera gustado escribir algo para poder explicarte
lo que siento... pero no he podido. Me ha sido imposible - sollozó - Lo
intenté, pero cada vez que me ponía a ello solo hacía que llorar. No te
preocupes, estoy bien, el dolor tarde o temprano desaparecerá, pero tú,
¡jamás!, siempre te tendré en mis recuerdos. Esas risas en el parque, esos
juegos tontos, las comidas en mi curro, los días de fiesta y priva, la siesta,
los reproches, las lágrimas, las ralladas mentales, tus consejos, tus pasteles,
tú sonrisa, tus ojos, tus labios, tus piernas... tú todo, absolutamente todo.
Pienso rememorarlo cada día - digo reprimiendo la llorera - Voy a encargarme de
tu chavalín, no te preocupes. Me pondré en contacto con tu familia y lo veré
todo lo que pueda. Le pienso contar lo maravillosa, guapa e inteligente que era
su madre. Y lo mucho que lo querías - sonrío - Pequeña, prometo destrozar al
bastardo de tu ex. Se que no lo aprobarías, pero ese cabrón va a ser juzgado
por la ley de la calle. Pienso acabar con él, como si fuera un jodido bicho -
golpeo con rabia el suelo y estrujo con mis manos la tierra - Por favor, se mi
ángel de la guarda. Te necesito para encarrilar mi vida nena - giro mi cara y
lloro desconsoladamente. Como un acto reflejo, para que Cristine no me vea
llorar. No tiene sentido, por que no me va a ver, pero el gesto me sale solo,
automático - Te quiero Cristine - digo tocando la lápida de mármol. Me
levanto del suelo con dificultad y me sacudo la tierra de las rodillas. Parte
de ella se ha quedado pegada al pijama. Camino sin mirar atrás y salgo de una
vez por todas del cementerio.
Ando sin rumbo alguno y me pierdo por las calles del
centro. Es sábado, así que hay bastante ambiente. Paso desapercibida entre la
multitud de peña bebiendo en las calles. Se percibe buena marcha y buen rollo,
pero yo no estoy para nada esta noche.
Me siento en un banco y me enciendo un cigarro. No he
fumado a penas en todo el día. Le doy un par de caladas y se me revuelve el
estómago. Pufff. tengo hambre. Me levanto y busco algún antro donde comprarme
algo para zampar. Entro en unos ultramarinos y me pillo un paquete de galletas
de doble chocolate y una litrona. ¡Gran cena!. Vuelvo al mismo banco de antes y
comienzo a papear.
Por delante de mí pasan dos tías bastante atractivas. Van
agarradas de la mano haciendo gilipolleces. No paran de reírse. Una de ellas me
suena, ¿pero no se de que?. Lleva unos vaqueros desgastados y una sudadera
negra. La otra un vestido bien corto y unas botas militares. Bonitas piernas. ¡Ostia!,
creo que es la chavalina que me pidió fuego hace un par de semanas en el curro.
Iba con un mono impresionante de nicotina la ricura. Sigo zampándome las
galletas mientras que estas se refrescan el gaznate con vodka. ¿Serán
novietas?. Hacen buena pareja. Se les nota un buen feeling, eso mola. Me apetece charlar con la chavalina, tengo
curiosidad por ella. La otra vez me quede con las ganas. Levanto el culo del
banco, guardo las galletas en la bolsa, le doy un trago la birra y me acerco
donde están ellas tiradas.
- Hola guapa, ¿tienes fuego? - cualquier excusa sirve
para entablar una conversación. Me encantan los encuentros fortuitos.
Hola!
ResponderEliminarVeo que ya han coincidido ambos personajes.
Por cierto, ¿Cristine era una chica con la que se había acostado Adara que conocía desde hacía poco?
Cuanto tiempo sin leer algo de california dreaming.
ResponderEliminarEsta vez le has dado un enfoque mas dramatico, no me esperaba que fueras a matar a Cristine, pobreta, y que mal lo pasa Adara.
A partir de ahora las dos historias se van a solapar?? o aun se pueden leer independientemente??
Se solaparan cuando Andrea se ponga a ello, pero para eso queda muuuchooo xD
Eliminarjejeje ok pues avisame cuando lo haga que no quiero perder el hilo de la historia.
Eliminar