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Mostrando entradas de abril, 2014

El maltrato del diferente

Pensaba que jamás se podría ver en una situación como esa, apresado en una jaula más pequeña que su propio cuerpo. Acosado día y noche, por la mirada de su verdugo, por sus mezquinas palabras, por su tortura de sonrisas malévolas. Se encontraba ahí por ser considerado diferente, por su color de piel, su tacto, su forma, su lengua, su forma de expresarse… se le apresó sin previo aviso, cortando su merecida libertad, y se le lanzó a esa zanja de barro. Se pasa el día llorando lágrimas secas, repleto de rabia. Se pasa el día bramando gritos secos, lamentos dolorosos. Y cuando aparece él, tiembla. No sabe cual será su castigo. Se escudriña al final de la jaula y solloza perdido. Y él le golpea, le insulta… siempre le insulta. Ahora le ceban sin parar, solo le dan de comer una y otra vez. Tiene miedo, comienza a creer que se lo quieren comer. ¿Y si ese es el motivo de su captura? ¿Sus raptores son caníbales? Cada vez que engulle esa bazofia se encuentro mal, pero no puede parar. Come

El ocaso del alba

-  Esto se ha acabado – le dice alzando la copa a modo de brindis. A él le cambia la cara por completo, desencajándose su mandíbula en una pose de lo más ridícula, con un espárrago entre los dientes, pero no se lo cree, piensa que es una broma de mal gusto, y más en un momento como ese, celebrando su cuarto año juntxs. Chocan las copas de vino, y el tintineo se le queda clavado en la cabeza. - ¿Pero qué dices cariño? – dice molesto, nunca le han gustado las bromas, y menos así, de esa forma tan malévola. - Pues que se ha acabado. ¡Salud! – dice ella alzando su copa hacía arriba, con una sonrisa de oreja a oreja, verdaderamente contenta. Le da un sorbo al vino y se relame los labios – Buah, riquísimo, debes de probarlo – le dice señalando la copa que él aún sostiene sobre sus manos tensamente. - Pero que tonterías dices – le recrimina molesto - ¿A qué viene esto? – le pregunta inquieto. - A que esto ha terminado y ya no tengo nada más que decir sobre ello. Esto tenía fecha de c

La bailarina de la avenida roja

-          ¿Empezamos? – me pregunta señalando la grabadora. Le asiento. -          Mi nombre es Amelia. Nací en Barcelona hace 49 años. Llegué a Ámsterdam a los 17 años. Me fugué de casa por amor. Un absurdo amor romántico que lo único que hizo fue destrozarme la vida – me encojo y respiro – Empecé a bailar a los tres años, en las mejores escuelas privadas. Primero danza clásica, pasando por contemporánea y tribal. Siempre fui muy buena en las danzas tradicionales, los ritmos latinos… el baile me daba libertad, tranquilidad, calma y equilibrio en mi vida. A los 16 años me enamoré de mi profesor de tango, Richard. Él tenía 40 años, una familia, una bonita casa, un deportivo grande de color gris y un baboso perro muy peludo y de extrañas orejas. Y como no, una crisis de edad y un poder de seducción muy fuerte, eso no lo pude ver hasta que paso algo de tiempo. Estuvimos saliendo en secreto durante meses, meses en los que me prometía que iba a dejar a su mujer, que me dijo que yo lo